viernes, 11 de abril de 2008

CLAVES PARA UNA CATASTROFE

Leer el libro Le Livre de l’au-delá de la vie [El libro de allende la vida] no resultó nada simple. Yo no entendía francés muy bien y hasta un simple texto ya me resultaba difícil, por lo tanto, esto era mucho más complicado. Una secuencia de palabras inusua­les, códigos misteriosos, sagradas escrituras y arcaicas palabras mitigaron mi entusiasmo. Tuve que leerlo siete veces para comprenderlo.

Afortunadamente, mi intuición no me abandonó y no pasó mucho tiempo antes de que yo comprendiera la importancia de algunos de los códigos. Todo el resto era menos importante para mi investigación. Lo que había leído era suficiente para poner el mundo de la egiptología patas para arriba. Las traducciones del Libro Egipcio de los Muertos eran desastrosas, estaban tan llenas de flagrantes errores e interpretaciones equivocadas, que no quedaba nada de su significado original. Sólo Albert Slosman logró traducir las venerables escrituras correctamente y yo pude distinguir con claridad sus asombrosas conclusiones. En primer lugar, el título del libro era una versión errónea, pues debería llamarse El libro de la luz y no El libro de los muertos. ¿Por qué este título? Porque describe con precisión los acontecimientos celestiales que se produjeron durante la caída de la Atlántida. Más aún, describe cómo los sobrevivientes fueron guiados por el Sol en su huida a Egipto. Como lo más importante fue lo sucedido en el Sol mismo. Como el tema central de las escrituras es, en especial, el hecho de que el Sol irradiaba la luz de la luz —en otras palabras, una luz increíblemente intensa—; el nombre correspondiente es El libro de la luz. Con fin de informar cuan razonables son los hallazgos hechos, se presentan los jeroglíficos originales junto con la traducción del primer verso:
Soy el más Elevado, el Primero, el Creador del Cielo y la Tierra, soy el Moldeador de los cuerpos humanos, y el proveedor de las partes espirituales. He colocado al Sol sobre un nuevo horizonte, como un signo de benevolencia y como prueba de la Alianza.
Explicación: él levantó el Sol naciente hacia un nuevo horizonte, entonces la nueva Tierra se hizo realidad.

Para hacerlo, los Mandamientos del Creador, verificados por el más Elevado de Todos, actuando por medio de las Almas de los Antepasados, fueron transmitidos a los más jóvenes, siendo sus cuerpos traídos nuevamente a la vida, por haber empezado a funcionar los Ocho Lugares.
En esta correcta traducción, los códigos astronómicos derraman una nueva luz sobre el origen y la religión de Egipto. Si comparamos esta versión con las otras, las diferencias son realmente notables. Los egiptólogos tan sólo usan jerigonza.
Sin embargo, en la interpretación de Slosman uno puede hallar cosas lógicas, con un poco más de estudio. Más aún, parece que los atlantes conocían y usaban el zodíaco para procesar datos astronómicos.
El día de la destrucción: “He colocado al Sol sobre un nuevo horizonte”. Esta es una acertada traducción. Más adelante, en el libro se dice que el Sol “da vueltas” en el zodíaco (= cordón), lo cual significa que el Sol se mueve por los signos del zodíaco. La única interpretación correcta para esto es que no es el Sol sino la Tierra la que giraba sobre su eje. Este girar sobre el eje hizo que el Sol se elevara a un nuevo horizonte. En otras palabras, la corteza terrestre se había movido, tal como yo lo había leído en otros libros.
La teoría de la obra The Path of the Pole [La senda del Polo] sostiene que la corteza de nuestro planeta ha sufrido reiterados desplazamientos y que estos se produje­ron con mucha rapidez; en cuestión de días o tal vez de horas. Hapgood explica que el caparazón exterior de la Tierra se mueve de tanto en tanto, trasladando algunos conti­nentes hacia los polos. Como resultado de sus estudios, Hapgood asevera en una nota preliminar de su libro The Path of the Pole:
Hasta hace una década, la idea de que los polos a menudo han cambiado su posición en la superficie de la Tierra era considerada como extrema, improbable y sin sustento, siendo apoyada por gente un tanto excéntrica. Nadie con cierto renombre en el mundo de las ciencias iba a tener algo que ver con esto.

Las modas cambian; actualmente, todos los libros que tratan sobre las ciencias de la Tierra dedican espacio al deambular de los polos y a los impulsos continentales.
Este libro presentará evidencia de que el último movimiento de la corteza terrestre (la litosfera) tuvo lugar en tiempos recientes, a fines de la última era glacial.
Como ya lo ha leído anteriormente, los egipcios hablan en sus textos en carácter de testigos de esos notables acontecimientos. Quedé sin aliento cuando empecé a darme cuenta de esto. En otra nota, hallé que este evento, “el gran cataclismo”, sucedió el 27 de julio de 9.792 a.C. He aquí los jeroglíficos:
Soy la temible luz encendida que navega por el cordón, permitiendo desde lejos, en el firmamento, que se juzguen las acciones de todos.
Explicación: Su nombre es Osiris (Orión). Descripción: Él es la semilla del contenido de todos los cuerpos humanos. Segunda descripción:
Su nombre comanda desde lo alto las partes espirituales en los cuerpos humanos. Tercera descripción:
El nombre del Glorioso brilla eternamente en lo infinito. Él crece todos los días en el firmamento de las estrellas.
Explicación: el Sol feroz que se quema muestra que su campo magnético se ha dado vuelta. Esto se cumple por violentas explosiones en la superficie solar, mediante las cuales, el Sol parece “incendiarse” (ver Figura 3).
La configuración estelar de Orión está señalada como el principal culpable de este acontecimiento. Juzga a las almas humanas y su supervivencia. Más adelante menciona que Orión está conectado directamente con el código para calcular el cambio del campo magnético del Sol; así tenemos entonces, el código de Orión de las pirámides de Giza. Fueron puestas ahí para advertirnos que Orión es de suma importancia para nosotros y debe ser estudiada minuciosamente. En los escritos de Ibrahim Ben Ebn Wasuff Shah, leemos: “El complejo de Giza fue construido para conmemorar un tremendo cataclismo en el sistema planetario de la Tierra, que afectó al globo, con fuego e inundaciones”.
Llamé a Gino y se lo expliqué. “Gino, te habla Patrick, tengo un problema. Según las venerables escrituras, Orión concordaría con ciertos códigos del día del cataclismo. ¿Podrías averiguar esto?”
“Ahora sí que tenemos un problema. Yo sólo puedo reconstruir en parte la posi­ción de las estrellas y los planetas, tanto en el futuro como en el pasado. ¿Tiene alguna idea sobre qué códigos está buscando?”
“En realidad, no. No logro decodificarlos correctamente. He estado devanándome los sesos durante días, pero no lo hallo”.
“Bueno, sí, eso puede llegar a ser un problema; las posibilidades son enormes”.

Figura 3.
Antiguos textos describen un catastrófico cambio
en el campo magnético del Sol.
Entonces, algo me sucedió: “Espere un minuto”, dije, “los códigos del pasado tienen que coincidir exactamente con los códigos del 21 / 22 de diciembre de 2.012. ¡Tienen que hacerlo! Si las estrellas y planetas durante la desaparición de la Atlántida tuvieron cierta posición, esto apunta a una similitud con ese aconteci­miento; esa era su manera de describirlo”.
Gino, de inmediato estuvo de acuerdo con mis hallazgos y se dispuso a trabajar los dos días siguientes. Pero se fue de vacaciones por más de una semana y la tarea quedó inconclusa. Me llamó a su regreso: “Tengo noticias alarmantes, Patrick, las posiciones de Orión y Aldebarán coinciden de manera precisa con ambas informaciones. Yo lo había calculado manualmente y ocurre tres veces en doce mil años. La otra fecha es 3114 a.C. Eso podría ser correcto porque varios pueblos, entre ellos los mayas, comienzan su era desde este punto”.
¡Allí estaba! Me sentía como si estuviera dando saltos mortales. Con esta prueba quedaba irrefutablemente demostrado que la fecha de la destrucción del mundo en el año 2.012 provenía de los atlantes. Más aún, los egipcios tenían que conocer esta fecha también. Pero esto era para más adelante. Nadie podía negarlo: la fecha de la destruc­ción de la Atlántida era ciento por ciento correcta. Esto hizo del trabajo de Slosman algo incontestable de un solo golpe. El mundo egiptólogo entero podrá hacer lo que le plazca, ¡pero la Atlántida era un hecho! Y con él, también la desaparición futura de nuestro mundo. El hecho de que yo hubiese resuelto esto tan rápidamente me dejó sin habla. Algunos meses después, Gino me dijo que sus cálculos no eran una prueba real, pero para entonces ya habíamos descifrado los verdaderos códigos de la destrucción, conteni­dos en las venerables escrituras egipcias. Con esto teníamos la prueba definitiva de la exactitud de nuestra teoría. Media hora más tarde me encontraba observando, junto a Gino, el cielo del año 2.012.
“Observe con cuidado”, me dijo Gino. “Programé el horizonte sobre El Cairo; puede ver a Venus elevándose justo sobre las pirámides, seguido de otras constelaciones y de Orión”.
Me dejó sin aliento. “¡Oh!”, exclamó Gino sorprendido, “aquí hay algo que se me escapó antes”.
Miré con atención el programa de la computadora y le pregunté: “¿A qué se refiere?”
“Venus pasa por los signos de la Serpiente y Escorpio; la serpiente es un importan­te símbolo mitológico tanto para los mayas como para los egipcios, pero el escorpión también era temido”.
“Posiblemente recibieron sus nombres por los acontecimientos de la Atlántida, o por los que vendrán en el año 2.012”, repliqué.
“Es posible. De ese modo, tanto la Serpiente como Escorpio pudieron haberle dado un simbólico mordisco mortal a Venus, ¡y eso puede llegar a explicar muchas cosas!”
Yo temblaba de emoción, pero también de miedo. Mi suposición parecía ser verdad, por lo tanto, la Tierra entonces iba a ser golpeada por un gigantesco cataclismo; los códigos lo demostraban con suficiente claridad. ¡Rayos, entonces era cierto, después de todo! Entusiasmado con esta serie de descubrimientos, me fui a casa. Esa noche no pude dormir; pensaba en eso una y otra vez. El cataclismo anterior había sucedido en la era de Leo (10.960 a 8800 a.C.).La Esfinge, acerca de la cual tanto se habla actualmente, no sólo tuvo un significa­do astrológico o mitológico, sino también uno práctico. Fue construida por los sobrevi­vientes de la Atlántida para advertirnos de lo que había ocurrido. Pero eso es sólo una parte de la historia. Esta Esfinge, junto con los otros códigos de las pirámides, tienen que brindarnos un indicio de la fecha del próximo cataclismo; y de esto trata toda la “religión” egipcia. Es un gigantesco monumento arqueoastronómico que nos dice exac­tamente lo que sucedió y lo que volverá a suceder. ¡No podrían haberlo hecho más grande! Aun así, lo hemos ignorado durante mucho tiempo. Ahora que ya casi es demasiado tarde, los códigos empiezan a irradiar sus signos de advertencia. Si el mundo no va a recibir la información, la humanidad será nuevamente reducida por miles de años a un estado primitivo. Esta era mi tarea: pulsar el botón de alarma. No tenía sentido seguir esperando. Entonces, decidí comenzar un libro de inmediato para que se publi­quen las primeras conclusiones. Nadie podrá culparme alguna vez de no haber hecho nada. Sólo espero que este mensaje ominoso sea comprendido a tiempo. No pueden iniciarse los preparativos necesarios con un año de anticipación, pues no habrá el tiempo o el poder suficiente para que se logre el éxito en la operación de rescate más grande de todos los tiempos.



Figura 4.
Los leones en dirección opuesta son un símbolo de que el Este se convirtió en Oeste y
viceversa.

Al día siguiente de haber imaginado que la Tierra temblaba y que miles de millo­nes de personas morían en una gigantesca marejada demoledora, empecé a escribir mi mensaje de advertencia.
Cuando el Sol pasó el décimo sexto grado del signo de Leo en el año 9.792 a.C., el infierno se desató. Una luz abrasadora proveniente de aquel alcanzó la Tierra y el cielo pareció desmoronarse, pero de hecho, la Tierra se inclinó. El símbolo de los dos leones es una ilustración de nuestra evidencia.

La interpretación correcta del símbolo de los dos leones es la siguiente: al sufrir la corteza terrestre un desplazamiento, los continentes ya no se encontraron en su posición original. Pero hay más todavía: cuando el Sol volvió a salir en el horizonte, este era un nuevo horizonte porque la Tierra se había dado vuelta. Los egipcios simbolizaron esto, agregando una cruz de asa, que es el símbolo de la vida eterna en Egipto. El Sol iría a quedarse en ese horizonte hasta el día del próximo cataclismo, después del cual puede empezar un nuevo ciclo de destrucción y resurgimiento. El profesor Frank C. Hibben describe la magnitud de la destrucción provocada por el último cataclismo, en la obra The Lost Americans [Los americanos perdidos]:
Parecería que en medio de un cataclismo catastrófico hace doce mil años, todo el mundo viviente de animales y plantas de Alaska se congeló de repente, en plena actividad, originando así un tétrico acertijo [...] Los grandes animales que le habían dado el nombre al período se extinguieron y su muerte marcó el fin de una era.
Pero ¿cómo murieron? ¿Qué fue lo que causó la extinción de cuarenta millones de animales? Este misterio constituye una de las más antiguas historias de detectives en el mundo. Un buen relato detectivesco incluye seres humanos y muerte, condiciones que se hallan al final del pleistoceno. En este caso particular, la muerte tuvo tan colosales proporciones que daba vértigo contemplar sus rastros [...]
De los fosos de estiércol del valle del Yukón hemos obtenido el cuadro de una rápida extinción. Las pruebas de violencia allí son tan obvias como las de los campos del horror en Alemania. Esas pilas de cuerpos de animales o personas no ocurren simplemente porque haya intervenido un medio natural común [...]
A través del estiércol de Alaska también hay evidencia de que hubo alteraciones atmosféricas de una violencia sin par. Los mamuts y bisontes, por igual, fueron destrozados y retorcidos como por una mano cósmica en un arranque de furia divina... Los animales fueron desgarrados y desparramados por todo el paisaje como si se tratase de hebras de paja e hilo—, aunque algunos de ellos pesaban varias toneladas. Mezclados con las pilas de huesos se encuentran los árboles, también retorcidos, destrozados y apilados en grupos confusos; y todo esto cubierto por un fino estiércol cernido que, al congelarse, quedó en estado sólido.

Esto sucedió la última vez. Ahora nos encontramos frente al próximo cataclismo. ¿Será en la parte final de la Era de Piscis, la cual finaliza en 2016, o en la Era de Acuario? Estamos buscando la respuesta a esta pregunta, urgentemente. El momento del próximo cataclismo ha sido descrito en el zodíaco de Déndera. Descifrar el código es un proceso difícil, pero estamos logrando algún progreso. De hecho, por el libro de Slosman, sabemos que la posición de las estrellas durante el cataclismo anterior tiene que concor­dar con su posición en el año de la próxima hecatombe. Es fácil, ¿no es cierto? Sinceramente, espero que en verdad sea así de fácil. Pero además del zodiaco simbólico hay algunos otros códigos y glifos que complican sumamente el caso. Esperamos recibir alguna ayuda de otro libro de Slosman, Les Divines Combinaisons (Las combinaciones divinas). En él, trata de descifrar los códigos. Pero esta obra apareció sólo en una edición limitada y fue objeto de burla de los egiptólogos oficiales. La suegra de Gino está hacien­do todo lo posible para conseguir un ejemplar; hemos depositado toda nuestra esperanza en ella, aunque aún no hemos tenido suerte.

Un terrible secreto del pasado

Al comparar la información de las venerables escrituras con los datos de otros libros que he leído, muchas cosas se aclaran. Surge que una luz incandescente alcanzó la Tierra. Según los mayas, se produciría un cambio en los polos magnéticos del Sol en el año 2.012. Entonces, desde el interior del Sol, se liberarán enormes fuerzas electromag­néticas con un poder desconocido. Llamaradas gigantes desde el Sol enviarán una desco­munal onda de partículas a la Tierra. Este fenómeno se ha observado recientemente y se ha confirmado en dos soles. Durante varias horas exhibieron una actividad explosiva, después de la cual regresaron a su estado normal. Los astrónomos se preguntaban si este sería un acontecimiento único o si podría ocurrir más a menudo. ¡Pueden estar seguros de que volverá a ocurrir! Nuestro Sol también muestra este tipo de patrón.
Las partículas que son expulsadas harán que la atmósfera de la Tierra “entre en llamas” con un efecto verdaderamente destructivo en las Bandas de Van Allen.[1] Debido al continuo flujo de electromagnetismo, el campo magnético de la Tierra se sobrecarga­rá, billones de partículas llegarán a los polos y se generarán desconocidas fuerzas eléctri­cas, en resumen, una pesadilla para todos. Cuando los polos se llenen de auroras de las partículas que caen, lo inevitable sucederá: el campo interior electromagnético de la Tierra se sobrecargará y estallará, siendo esto un mega circuito corto con efectos superletales. Toda la atmósfera del planeta sin una protección magnética, será bombar­deada por partículas que caen. El campo magnético de la Tierra funciona para proteger­nos, dirigiendo partículas electromagnéticas a los polos, pero esto se tornará imposible. Las partículas van a penetrar en la Tierra desde todas partes, generando una intensa radiación, tanto en luminosidad como en radioactividad. El cielo completo podría des­cribirse como si ardiera con toda intensidad, o como dicen las sagradas escrituras: “la luz de las luces se encuentra alrededor del mundo, ahora”. Y ese es el preludio del cataclis­mo. El núcleo de hierro de la Tierra es magnético; debido al desplazamiento del núcleo magnético, la Tierra comenzará a moverse hacia el otro lado. En consecuencia, la corteza terrestre exterior se desgajará, en otras palabras, quedará “flotando”, suelta, ya no estará aferrada a su “patrón”. Si usted se encuentra en el planeta en ese momento, este se inclinará unos miles de kilómetros en un par de horas. Al mirar al cielo parecerá que este “se viene abajo”, como lo describen las antiguas escrituras. Se producirán sismos gigantescos. Las láminas terrestres se moverán, las montañas se elevarán allí donde no había nada, partes de la tierra se abrirán y colapsarán, las montañas van a desmoronarse, la tierra se hundirá en el océano y los volcanes entrarán en erupción en muchos lugares. En resumen, la peor de las pesadillas no podría ser tan terrible para describir la destrucción de este mundo. Para saber cuan dramáticos fueron los acontecimientos hace 12.000 años, puede leer The Path of the Pole. Allí, Hapgood escribe:
Un número considerable de antiguas playas que ahora se hallan en grandes elevaciones sobre el nivel del mar —y a veces, tierra adentro, lejos de las actuales costas—, evidencian cambios verticales prácticamente drásticos en las posiciones de las masas de la Tierra. Así, el geólogo P. Negris dijo haber encontrado evidencias de playas en tres montañas de Grecia, a saber, Monte Hymeto, Monte Parnaso y Monte Geraneia, a 1.400, 1.500 y 1.700 pies, respectivamente, sobre el nivel del mar; también encontró una playa en el Monte Délos, a 500 pies.
Sobre la costa de la Baja California pueden hallarse rastros de costas “labradas” por las olas, ahora en perfecto estado de preservación, y en algunos casos, a unos mil quinientos pies sobre el nivel del mar. Estos rasgos son testimonios de las más grandes perturbaciones, producidas por los terremotos que visitaron la región en épocas recientes.
Sería posible multiplicar interminablemente la evidencia de las playas elevadas que se hallan en todas partes del mundo, y muchas de ellas pueden implicar cambios en las elevaciones del fondo del mar, como lo sugiere Umbgrove.

Una de las características más sobresalientes de la superficie terrestre es el gran valle producido por la falla en África. El ya fallecido Dr. Hans Cióos señaló que los elevados acantilados de una de las márgenes de este valle, alguna vez fueron el borde del propio continente africano, no sólo el comienzo de la plataforma conti­nental sino el mismísimo borde de la masa del continente. En algún vasto movi­miento, ese costado del continente fue tremendamente elevado y el fondo del mar también subió con él cerca de una milla, de modo que pasó a convertirse en tierra seca. Esto es tan interesante que yo cito a Cióos, extensamente, en Conversation with the Earth [Conversación con la Tierra]

Continentes hundidos y surgentes.

Hay dos márgenes del continente africano y el problema fundamental aparece dos veces, a saber: ¿por qué los continentes de la Tierra terminan de manera tan abrupta y se sumergen tan empinadamente en el profundo mar? [...] Y más sorprendente aún, ¿cuál es el significado de las márgenes montañosas de la mayoría de los continentes, que son altas, gruesas y en relieve?
[...] La corta sección transversal en la larga cadena Lebombo no parece dema­siado impresionante, pero ilumina acontecimientos lejanos de este remoto solar de la Tierra, pues aquí queda expuesta la antigua margen del continente. No hace mu­cho tiempo, durante el período cretácico, el mar se extendía hasta aquí desde el Este. Y la llanura entre las colinas de Lebombo y la actual costa, es el lecho del mar elevado... Lo que vemos son los flancos de una curva descendente de África Septentrional hacia el océano Índico.
Pero vemos mucho más. Vemos los estratos sedimentarios seguidos por rocas volcánicas hacia el este de las colinas; algunas corren paralelas a los estratos, como torrentes o láminas derramados sobre ellos e inclinadas con ellos. Otras irrumpen por las capas de piedra arenisca, elevándose empinadamente desde abajo. Esto significa que, dado que el borde del continente se plegó en las colinas de Lebombo, la corteza explotó y se abrieron grietas, por las cuales la sustancia incandescente e hirviente salió disparada.

En consecuencia, la margen oriental —hacia fines del período paleozoico—, era una gigantesca bisagra sobre la cual se doblaba la corteza terrestre para ser cubierta por el océano. Lo que vemos aquí es meramente una sección transversal [...], uno puede seguir más adelante hacia el Norte o Sur, e incluso al otro lado del continente y descubrir que grandes franjas de esta tierra especial han tenido el mismo destino. Los océanos se hundieron adyacentes a los continentes, y el continente se elevó desde el océano.

Por lo tanto, queda en claro que los continentes se elevaron y se plegaron a escala gigantesca y que volverán a hacerlo en el año 2.012. Esto nos retrotrae a nuestra historia. Cuando, luego de horas y horas, la onda cargada de partículas declina, el magnetismo del interior de la Tierra puede restablecerse. Sin embargo, los polos igual se moverán porque el que se encuentra más cerca del Sol habrá recibido el impacto completo. La corteza terrestre dejará de flotar acompañada nuevamente por apocalípti­cos terremotos, con partes de tierra que se derrumban, una desconocida actividad tectó­nica y volcanes en erupción. Pero entonces, como si eso no fuera lo suficientemente malo, la mayor catástrofe sucederá, pues debido a la inercia, el movimiento de los océanos no puede detenerse, por lo tanto, una gigantesca ola cubrirá la tierra. Por eso, y no sin razón, los mayas estaban horrorizados. Escondido en lo alto de la montaña había un templo de vírgenes quienes, luego del desastre, debían encargarse de volver a poblar el mundo.

Antigua ciencia

Esta es la ciencia de los ancestros y yo creí firmemente en ellos sin ninguna duda. ¿Por qué? Porque nuestro campo magnético es una de las maravillas menos comprendi­das del universo. En el artículo “Reversiones geomagnéticas” publicado en Science el 17 de enero de 1969, Alian Cox afirma: “Existe una incómoda falta de teorías que expliquen el actual campo magnético”. En el año 2000 nada ha cambiado. ¿Qué piensan los científicos ahora? Nuestro campo magnético es electromagnético; todo el mundo lo sabe. ¿Cómo es eso? Bueno, dado que nuestro planeta rota, el magnetismo es inducido de una manera muy similar a la inducción por el flujo de una corriente eléctrica, a través de una bobina de alambre. En otras palabras, la Tierra es una dínamo gigantesca con un polo norte y otro sur. Eso es todo. No les pregunte más, pues ¡en verdad no lo saben!

Las reversiones de la polaridad suelen ocurrir y los geólogos lo han comprobado. Sucede cada 11.500 años, pero nadie sabe por qué. Toda especulación conduce a una “fuerza desconocida” que produce las reversiones, pero aún no hay respuestas. ¿Incómo­do? ¡Seguro que sí! Eso nos conduce al Sol, donde se observa qué poderosa puede llegar a ser una reversión magnética. Las fuerzas magnéticas son el mismísimo disparador de millones de explosiones nucleares en el Sol. Esto es así porque nuestro Sol es una estrella magnética, con un polo norte y un polo sur, además de un ecuador.

Al igual que la Tierra, el Sol rota y lo hace muy rápidamente, a más de 6.400 km por hora en la superficie, creando millones de campos magnéticos que calientan su coro­na a más de un millón de grados. Sólo una llama solar que explota desde un cortocircuito en un campo magnético, da tanta energía como dos mil millones de bombas de hidróge­no. Imagine semejante explosión en la Tierra y rápidamente podrá calcular la magnitud del daño.
Luego están las manchas solares. Su propiedad más predominante es su intenso campo magnético. La fuerza magnética de una mancha solar es inmensa, 20.000 veces más poderosa que la de la Tierra. Las manchas solares explotan por la superficie del Sol cada once años, ese es su ciclo. Al comienzo de cada ciclo, la polaridad magnética en las manchas solares se revierte, creando gigantescas explosiones nucleares.

Eso nos retrotrae a los antepasados. Ellos habían hallado una teoría sobre los campos magnéticos del Sol. En su libro The Mayan Prophecies [Las profecías mayas], Cotterell describe esta teoría y presenta los cálculos mayas de las reversiones en el campo magnético del Sol, estableciendo que al cabo de miles de años se produce una verdaderamente grande. Cuando eso suceda, enormes llamas solares escaparán del Sol y caerán sobre los polos de la Tierra. Y luego, ¡pum! El campo magnético de la Tierra se revertirá y esta comenzará a girar en otra dirección, convirtiéndose el polo norte en el sur y viceversa. ¿Leyó eso? ¡La Tierra comenzará a girar en sentido contrario y los polos se revertirán!
Después de leer estas advertencias, un terrible temor se apoderó de mí. Es evidente que un desastre mundial de desconocidas proporciones se está acumulando para noso­tros. Casi toda la población de la Tierra perecerá. Europa se deslizará nuevamente a la era glacial y se tornará inhabitable, pues la corriente del Golfo habrá desaparecido. América del Norte será peor, pues desaparecerá de un momento a otro bajo el hielo del Polo Sur, así como ocurrió con la Atlántida. Me desesperé tanto que pude haberme matado. Por fortuna, no tuve tiempo de hacerlo porque primero debía terminar mi investigación. No cabe ninguna duda de que esto va a suceder. En su libro The Path of the Pole, el profesor Charles Hapgood escribe:
He hallado evidencia de tres posiciones diferentes del Polo Norte, reciente­mente.
Durante la última glaciación de América del Norte, el polo parece haber estado ubicado en la bahía de Hudson, aproximadamente a 60° de latitud Norte y a 83° de longitud Oeste.
Parece ser que se corrió a su sitio actual en medio del Océano Ártico, hace unos 12.000 años.
Los métodos para obtener datos sobre la radiación, también nos sugieren que el polo llegó a la bahía de Hudson hace unos 50.000 años; antes de esa fecha, se encontraba ubicado en el Mar de Groenlandia, aproximadamente a 73° de latitud Norte ya 10° de longitud Este. Treinta mil años antes, es probable que el polo haya estado en el distrito del Yukón en Canadá.

Si el Polo Norte cambia, el Polo Sur cambia también. Hapgood escribe lo siguiente:
Una poderosa confirmación de otro de los corolarios de un polo emplazado en la bahía de Hudson, proviene de la Antártida. Con un Polo Norte a 60° de latitud Norte y 83° de longitud Oeste, el Polo Sur correspondiente habría estado ubicado a 60° Sur y 97° Este en el océano que baña las costas de Mac-Robertson en la tierra de la Reina Maud, en la Antártida. Esto colocaría al Polo Sur unas siete veces más lejos del casquete del Mar de Ross en la Antártida, de lo que está ahora (ver la figura 5). Cabe esperar, entonces, que el Mar de Ross no se haya helado en esa época.
Precisamente, tenemos la confirmación de este hecho.
Junte la precesión equinoccial —que es un desplazamiento de la corteza terres­tre— y las reversiones magnéticas y habrá creado un asesino colosal. Estas transportan islas y montañas más alto aún, hacia el cielo, provocando extinciones a una escala gigantesca. Es innegable que existe un vínculo entre las eras glaciales y las reversiones magneticas.

LA SENDA DEL POLO SUR

Figura 5.
La senda del Polo Sur según Hapgood.

El hielo desempeñó un papel fundamental en casi todas las extinciones de la historia. Steven M. Stanley —de la Universidad John Hopkins— dice que el enfriamiento climático fue el “agente dominante” de la extinción cámbrica, como lo fue en el periodo pérmico, en el devónico, etcétera.
Hace poco más de cien años, la gente se asombraba ante la sugerencia de que grandes láminas de hielo con un espesor de aproximadamente 1,6 km, alguna vez se depositaron sobre las templadas tierras de América del Norte y Europa. Luego, la gente aceptó la idea no sólo de una era glacial sino de una serie de ellas. A medida que pasó el tiempo se hallaron evidencias de eras glaciales en todos los continentes, aun en los trópicos. Se descubrió que las láminas de hielo alguna vez cubrieron vastas áreas de la India tropical y del África ecuatorial. Coleman, una de las mayores autoridades sobre eras glaciales, escribió en su libro Ice Ages Recent and Ancient [Eras glaciales recientes y antiguas]:
También se descubrió que estas láminas de hielo se distribuyeron aparente­mente de una manera caprichosa. Siberia, ahora una de las partes más frías del mundo, no estaba cubierta, tampoco lo estaban la mayor parte de Alaska ni el terri­torio del Yukón en Canadá, si bien el norte de Europa, con su clima relativamente cálido, se encontraba bajo el hielo a la altura de Londres y Berlín. La mayor parte de Canadá y Estados Unidos estaba cubierta de hielo hasta la altura de Cincinnati y el valle del río Mississippi.

Los escritores más recientes concuerdan en que la situación descrita por Coleman, en esencia es muy precisa. El profesor J. K. Charlesworth, de la Universidad de Queen en Belfast, expresa su opinión de la siguiente manera: “La causa de todos estos cambios, uno de los mayores acertijos en la historia geológica, aún no ha sido develada, a pesar del esfuerzo realizado por generaciones de astrónomos, biólogos, geólogos, meteorólogos y físicos”.
Coleman, quien realizó un gran trabajo de campo en África y la India, estudiando las evidencias de las eras glaciales, narra de manera interesante sus experiencias, al ha­llar signos de un intenso frío, en áreas donde debía trabajar bajo el abrasante calor del sol tropical:
Una calurosa tarde de comienzos del invierno, a dos grados y medio dentro de la tórrida zona en medio de un entorno tropical, era muy difícil imaginar esta región cubierta, durante miles de años, con miles de pies de hielo. El contraste del presente con el pasado era sorprendente y resultaba fácil ver por qué algunos de los primeros geólogos lucharon tanto tiempo contra la idea de la glaciación en la India a fines del período carbonífero.

Después de algunas horas de trepar y martillar bajo el intenso sol africano, a 27° 5 minutos de latitud, sin una gota de agua, juntando piedras estriadas, y una losa de piso pulido de pizarra, me ofrecieron un contraste sumamente impresionante entre el presente y el pasado, pues aunque en el 27 de agosto aún está por comenzar la primavera, el calor es muy igual al que se encuentra en un soleado día de agosto en América del Norte. La luminosidad agobiante y la transpiración hicieron que la idea de pensar en una lámina de hielo de algunos miles de pies de grosor, en ese punto, fuera algo sumamente increíble pero muy atractivo [...]

Por lo tanto, ahora sabemos que las eras glaciales y los desplazamientos de los polos suceden con frecuencia. En unos pocos años volverá a ocurrir. Pero aún yo tenía muchas preguntas que seguían sin respuesta, tales como: si de repente mi país es destrui­do, ¿cómo puedo escapar si no tomé ningún recaudo? En la obra When the Sky Fell estaba claramente escrito que, luego del desastre de la Atlántida, se inició la agricultura en diversos lugares del mundo y con los mismos cultivos y las mismas técnicas. ¡Estos debían provenir sin duda de la misma civilización! Con intriga lo leí y me quedé pensando sobre el tema. Parecía un acertijo sin solución, algo imposible. Si su país desaparece de un plumazo, no puede levantar vuelo con una carga de cereales y construir una civilización como la de Egipto. Me era imposible resolver esto, hasta que un día recibí el libro Le Grand Cataclysme (El gran cataclismo) de Albert Slosman. Anne Papillon me lo envió desde París. Yo la había conocido dos meses antes en Amberes y le había comentado acerca de mi investigación. Entonces, ella comenzó a buscar en las librerías de París para mí y halló una copia del libro, de segunda mano. Empecé a leerlo con grandes expectativas.







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[1] Son cinturones de radiación, descubiertos por James Alfred Van Allen, físico estadounidense. [N. de la T.]